Contundente repudio de Alejandro Issin ante el asesinato de Fernando Báez: "Fallamos en casa, fallamos en los clubes"
Por Alejandro Issin (*)
A partir del cobarde homicidio de Fernando Báez Sosa en manos de una banda de asesinos a los que les pareció “divertido” demoler a golpes entre diez a un joven en clara desventaja física y numérica y -finalmente- patearlo cuando estaba indefenso en el suelo hasta matarlo, he recibido varias invitaciones de periodistas para dar mi opinión sobre la incidencia del rugby en este tremendo asesinato, debido a mi pasado como jugador de ese deporte que todavía hoy, con 51 años, me permite disfrutarlo en camaradería junto a otros veteranos.
Y lo primero que me viene a la mente es el consejo de un hermano cinco años mayor, también jugador de rugby (pero ese jugaba bien) que, cuando a los 15 o 16 años comencé a salir a bailes, fiestas y boliches, siempre me decía: “A la fiestas se va a bailar y a intentar tener éxito con la chica que te gusta… los ganadores son esos, no los boludos que salen a mamarse y a pelear. Esos no entienden nada. Si hay pelea, vos andá a la otra punta del boliche. Ganador es el que termina de la mano con su chica”.
Ese mismo consejo es el que he venido retransmitiendo a mi hijo varón (aunque ahora con lenguaje inclusivo), y a cuanto adolescente puedo. “Chicos, salgan a divertirse sanamente y no se metan en líos. Si los provocan, no respondan”.
Si vas a un baile, es para bailar. Si querés pelear, anda a un club de boxeo, a MMA o a kung fu. Si querés correr con el auto, andá a un autódromo. Y si querés matar a otro ser humano, andá a la puta madre que te parió… o a Sierra Chica, porque ese sería tu deporte. No el box, ni el karate, ni el automovilismo. Y mucho menos, el rugby.
Dicho esto, creo que vivimos en una sociedad cada día más violenta e intolerante, donde la presencia y el consejo familiar tiende a desaparecer y los padres nos alejamos cada día más de nuestra responsabilidad como tales. Cada día se habla menos en casa y se mira más la pantalla del teléfono. Falla la familia.
También fallan los clubes, adonde esta clase de asesinos descerebrados se desarrollan, clubes donde los adolescentes deberían ser mejor orientados, y si no optan por la vida civilizada aferrada a los valores básicos de la convivencia, deberían ser expulsados de inmediato porque no son compatibles los instintos asesinos con los valores de ningún deporte.
¿Cuál es el razonamiento de estos imbéciles? El 21 de enero de 2019, Lucas Pertossi posteaba: “3 noches seguidas a las piñas, si no hay piñas no pudo haber sido alta nocheeee jajajaja”. Un verdadero y auténtico estúpido. La pregunta es: ¿a dónde está el padre de este sorete? Al leer su posteo en las redes sociales, ¿le dijo algo? ¿O lo felicitó? Veremos si ahora se ríe tanto como en su posteo.
La pérdida de la presencia familiar se traslada a las instituciones de la vida social. Y cuando la familia no aparece, no aparecen la educación, los consejos, los valores. Entonces cobran vida la barbarie, los vicios, el descontrol, el alcohol y las drogas consumidas en lugares públicos. Y sus efectos, obviamente.
¿Qué papel juega el rugby? No podemos pasar por alto que estos asesinos practican rugby en Zárate, como tampoco podemos obviar la lista de víctimas de la violencia deportiva en otros deportes.
Pero hablando de rugby, tampoco se puede ignorar que esto mismo no sucede en Nueva Zelanda, Gales, Australia o Sudáfrica, países donde el rugby es el deporte más popular y seguido. Entonces, creo que la mirada no debe posarse sobre el deporte y su reglamento, sino sobre las dirigencias y sus responsabilidades. Jugador agresivo que no demuestre un camino de mejora en su conducta y valores esenciales del deporte, no puede continuar practicándolo.
Una diferencia sustancial entre “nuestra” época de jugadores y la actual es la preparación física de los jugadores, cada año más exigente y más “profesional”. Peleas hubo siempre, en todos los tiempos. Pelotudos, también. Son como las piedras. Nunca se terminan. Pero que diez jugadores entrenados se ensañen contra un joven y lo golpeen hasta matarlo configura claramente un homicidio calificado por la alevosía y el ensañamiento con que actuaron, además del concurso premeditado de varios neardenthales (porque éstos no son personas). Ojalá que los responsables se queden presos hasta que Fernando vuelva con su familia, o sea, en la próxima vida.
(*) Concejal del PRO.